sábado, 18 de junio de 2011

Deconstruir el tiempo...

“Me gustan los inicios”, aseguraba Loui Kahn. En estos instantes en los que parece que todo acaba es cuando este discurso se hace más necesario que nunca. Estamos terminando pero es obligado volver a empezar. El final no es el momento en que todo acaba sino justo lo contrario, el instante en que la vida comienza de nuevo.

“¿Es esto la vida?, le diré a la muerte, ¡muy bien pues que vuelva a empezar!

Siempre me ha obsesionado mucho esta sentencia de Nietzsche. Continuamente estoy preguntándome por el devenir cíclico de nuestra existencia; ¿en qué momento estamos terminando?, ¿en qué momento empezando algo nuevo? Esta obsesión por la secuencia histórica del hombre me ha llevado a establecer una máxima que da respuesta, al menos para mí, a esta cuestión: la nada lo es todo. La nada... no existe. ¿Algo que no existe?, ¿eso?, eso tiene que estar en todo. De igual manera, el comienzo es el final, y viceversa  nunca estamos ni comenzando ni terminando. El punto y final es un convenio ficticio inventado por el hombre, no existe escritor que no haya reescrito su obra en una nueva edición, escultor que no haya labrado una y otra vez la expresión de su escultura y enamorados que hayan mirado con más ternura a su pareja que la vez anterior. 

El primer curso de proyectos, ¿ha sido un inicio?, ¿finaliza hoy, ahora? Mi decisión es unívoca, no. El proyecto de arquitectura siempre está naciendo, pero nunca acaba, vuelve a nosotros continuamente durante cortos periodos de tiempos, otras veces él, caprichoso, estará años aguardando una nueva visita. Podremos buscarlo en cualquier confín de la tierra, en nosotros mismos o en los demás, en un juego de sombras y luces, de apariciones e ilusionismo si bien el proyecto es Harry Houdini.

Resulta imposible establecer un catálogo temporal, mucho menos atemporal. Es un año sí, pero son infinitos momentos, gestos, lecturas, nombres, amistades... que no caben en una palabra, o sí caben pero no alcanzan a expresar la belleza con la que se vive. Este curso de proyectos he sido yo, soy el único conocedor de la verdad de este año; un año, pero toda una vida. Es el final pero nada termina sino todo lo contrario, nuevamente. Volverá a nosotros pues el proyecto es el ave fénix de la génesis del hombre, y nadie puede aventurarse a asegurar cuándo... ¿en un inicio?,¿en un final?. El hombre es infinito y siempre está buscando la finitud, el hombre es todo y nada, y como todo y nada busca a su complementario a la vez que se busca a sí mismo, también.

Se necesitaría un tiempo eterno o un instante efímero de los que no disponemos. Un papel interminable o una imagen mental de las que no tenemos rastro… sobre todo, se necesitaría que nosotros no fuéramos nosotros. Pero, ¿qué somos todo, nada, ambos o ninguno? Se antoja imposible narrar nuestra historia pues aún está sucediendo. Todo lo que nos acontece está siendo escrito en nuestro cuaderno y su indeleble tinta quizás sea duradera a la vez que invisible a fecha de hoy.

Dalí necesito casi veinte años para desintegrar una de sus creaciones más famosas, La persistencia de la memoria. Imagino la vida de Dalí, llena de continuas idas y venidas de su proyecto, de reescrituras, lecturas e interpretaciones que hasta pasados los años no fue capaz de plasmar. Pienso en él como un ser obstinado, decidido a dar grandilocuencia a su obra,  en su estudio, perseverante, dispuesto a trazar de nuevo la historia, a empezar y terminar, a terminar a la vez que comienza, a vivir en definitiva... Dalí y su obra, un tiempo eterno que se tornó en finito.

Sí, él fue capaz de deconstruir el tiempo, su tiempo, su proyecto... algo que ni mucho menos nosotros podemos hacer. Antes debemos pensar cuál es la pincelada que perfile nuestra obra y la haga esplendorosa, no el brochazo que oculte la errata pues en la belleza se encuentra la tranquilidad y no en la perfección aparente. El microscopio temporal que actualmente poseemos nos tiene amordazados, amordazados por la tiranía... la tiranía del saber inmediato, el aparente. La verdad, no existe, y si existe no se encuentra en una etapa sino en una vida. ¿Qué es esto al fin y al cabo? No son más que palabras que lanzamos al viento y como viento que son, en él viven y mueren...  

“Ay”, dijo el ratón, “el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos, a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer”
“Solamente tienes que cambiar tu dirección”, dijo el gato, y se lo comió. (Franz Kafka)

1 comentario:

  1. El escritor escribe para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.

    Gabriel García Márquez

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