jueves, 21 de julio de 2011

¿Y qué es?...

El sonido del bolígrafo rasgando el papel es suave como el ronroneo de un gatito.

También la melodía del silencio… siempre lo hace… ¡qué capricho!, ¿por qué no deja de sonar?

La fresca brisa vespertina se resguarda de la mirada del sol.

Las nubes jugando a ser de goma, jugando a que juguemos a imaginarlas… esperan… quieren… les demos nombre…

El pájaro ocioso da gracias a la vida con su cantar por permitirle abrir los ojos un día más.

Las calles se asoman a la vista descubriéndose poco a poco, momento a momento, imagen a imagen… con erotismo.

¿Y yo? Sentado… pensando… mientras amanece… siempre lo hago… ¡qué caprichoso!

¿Qué es la literatura? No son palabras vanales, ruido insustancial o refinado y gustoso hablar.

¿Qué es la literatura? Sonido del bolígrafo, la brisa, nubes de interminable nombre, el canto del pájaro, la mirada evocadora a la calle, tú, yo, nosotros…

Juntos como nunca, separados como siempre… el silencio.

sábado, 2 de julio de 2011

Tres de la mañana...

Sonidos inexplicables, irreconocibles, irrefutables que activan la cámara fotográfica del hombre, los ojos, me hacen despertar mientras una ráfaga de aire caliente penetra en mi cuarto devolviéndome a la realidad. Como un soplido de fuego que intenta escapar de las ascuas ya moribundas recordando en qué momento fueron poderoso fuego ahora simple huella del pasado... el aire trae consigo estas melodías, sí, como siempre esas palabras al viento. 

Un texto "Interrelaciones", un libro "Atmósferas" y un instante inesperado, inoportuno, ideal entonces. No sé aún qué me anima a absorverlos pero es seguro que no es intencionado, sí, planificado, pero no por mí. Ellos me hablan de una relación oculta de las cosas, de cómo el trato humano guarda en sí la vida, de cómo el sonido, la forma, la luz es la arquitectura. Inmediatamente recuerdo aquel verso de Borges que tanto me emocionó en su momento... "cualquier cosa es todas las cosas".

Cualquier cosa es todas las cosas... cualquier cosa es todas las cosas... lo repito una y otra vez gustoso de captar cuánto dice y cuánto calla, como si de un sabroso plato se tratara y yo pecara de gula relamiéndome de placer. No hago más que aventurarme a imaginar qué es todo lo que es todo, qué es lo que no es nada... me siento entonces sobrepasado, desbordado ante tal universo imaginario. 

Ahora leo el fabuloso texto de Zumthor cuando, de repente, me siento atraído por un párrafo, un fragmento que considero soberbio... ¡oh, vida pura creedme! Me encanta, decido cuidadosamente doblar la esquina superior de la página marcando el texto... ¡Qué enorme sorpresa la mía al descubrir que esa página ya había sido doblada anteriormente!

Trato de establecer una nueva interrelación entre el individuo que me precedió en la lectura del libro y yo... ¿por qué ambos hemos escogido esa página como mágica? ¿qué tiene ella de especial para que dos personas aparentemente diferentes, inconexas, hagan suyo ese texto y no otro? Todo esto pasa por mi mente mientras continúo, a duras penas, abrumado... ¡Tanto por imaginar y descubrir con tan poco como es una hoja doblada en su esquina!. Entonces un nuevo fragmento llama mi atención, una cita, un aforismo que me evoca a mi sempiterno Nietzsche (y tendréis que disculpar en ese sentido que siempre lo sea) autor que Zumthor menciona más adelante en el libro... "O bien pueden decir: soy el edificio más bello; todos vosotros sois realmente malos. Soy como una diva

Alterado me fijo en la esquina del papel... esta vez, no. Sólo estoy yo, no hay ningún marcador previo a mí. ¿Por qué ese desconocido con el que yo sentía una conexión especial había despreciado aquella página?, ¿por qué había decidido que aquello no era para nada interesante, que no merecía la atención? La noche se me antoja entonces terminada. El peso de un libro puede destrozar hasta la más férrea voluntad humana. 

No sé qué tendrá este libro capaz de iluminar a tantos de mis compañeros de clase... pero algo oculto, metafísico, casi seguro que lo tiene... Ese maestro y su libro capaces de alumbrar la mente del proyectista que brillantemente decide proyectar una caja de música habitada en tan sólo con nueve lecciones... soberbio. Yo, aún sigo buscando la respuesta, por mi parte, en 21 lecciones, estoy seguro de su validez, acompañado de ellos, de mí, de vosotros y de estas interrelaciones que unen nuestro pensamiento... nos unen, a la vez que nos separan.