sábado, 28 de mayo de 2011

Informe para una academia (Franz Kafka)

Excelentísimos señores académicos:
Me hacéis el honor de presentar a la Academia un informe sobre mi anterior vida de mono. Lamento no poder complaceros; hace ya cinco años que he abandonado la vida simiesca. Este corto tiempo cronológico es muy largo cuando se lo ha atravesado galopando -a veces junto a gente importante- entre aplausos, consejos y música de orquesta; pero en realidad solo, pues toda esta farsa quedaba -para guardar las apariencias- del otro lado de la barrera.
Si me hubiera aferrado obstinadamente a mis orígenes, a mis evocaciones de juventud, me hubiera sido imposible cumplir lo que he cumplido. La norma suprema que me impuse consistió justamente en negarme a mí mismo toda terquedad. Yo, mono libre, acepté ese yugo; pero de esta manera los recuerdos se fueron borrando cada vez más. Si bien, de haberlo permitido los hombres, yo hubiera podido retornar libremente, al principio, por la puerta total que el cielo forma sobre la tierra, ésta se fue angostando cada vez más, a medida que mi evolución se activaba como a fustazos: más recluido, y mejor me sentía en el mundo de los hombres: la tempestad, que viniendo de mi pasado soplaba tras de mí, ha ido amainando: hoy es tan solo una corriente de aire que refrigera mis talones. Y el lejano orificio a través del cual ésta me llega, y por el cual llegué yo un día, se ha reducido tanto que -de tener fuerza y voluntad suficientes para volver corriendo hasta él- tendría que despellejarme vivo si quisiera atravesarlo. Hablando con sinceridad -por más que me guste hablar de estas cosas en sentido metafórico-, hablando con sinceridad os digo: vuestra simiedad, estimados señores, en tanto que tuvierais algo similar en vuestro pasado, no podría estar más alejada de vosotros que lo que la mía está de mí. Sin embargo, le cosquillea los talones a todo aquel que pisa sobre la tierra, tanto al pequeño chimpancé como al gran Aquiles.  
[...]
Si de un vistazo examino mi evolución y lo que fue su objetivo hasta ahora, ni me arrepiento de ella, ni me doy por satisfecho. Con las manos en los bolsillos del pantalón, con la botella de vino sobre la mesa, recostado o sentado a medias en la mecedora, miro por la ventana. Si llegan visitas, las recibo correctamente. Mi empresario está sentado en la antecámara: si toco el timbre, se presenta y escucha lo que tengo que decirle. Por las noches casi siempre hay función y obtengo éxitos ya apenas superables. Y si al salir de los banquetes, de las sociedades científicas o de las agradables reuniones entre amigos, llego a casa a altas horas de la noche; allí me espera una pequeña y semiamaestrada chimpancé con quien, a la manera simiesca, lo paso muy bien. De día no quiero verla pues tiene en la mirada esa demencia del animal alterado por el adiestramiento; eso únicamente yo lo percibo, y no puedo soportarlo.
De todos modos, en síntesis, he logrado lo que me había propuesto lograr. Y no se diga que el esfuerzo no valía la pena. Sin embargo, no es la opinión de los hombres lo que me interesa; yo sólo quiero difundir conocimientos, sólo estoy informando. También a vosotros, excelentísimos señores académicos, sólo os he informado.

domingo, 22 de mayo de 2011

¿Un libro? No lo es, pero ojalá lo fuera...

- ¿Sabes qué? Nuestra historia está sacada de un libro
- ¿Ah, sí?, ¿de qué libro concretamente?
- De uno precioso; no es poesía pero sus palabras, frases y sentencias son tan hermosas que bien lo pareciera. Tampoco es narrativa, pero la secuencia entrelazada que establecen nuestros personajes lo engancha a uno de una forma sobrenatural. No podría jurar que es teatro mas, continuamente trato de convencerme de que lo es, de que las acciones que acontecen se están representado en algún lugar de este mundo o quién sabe si en algún otro.
- ¡Que bello debe ser ese libro! Una poesía que no muere en la rotundidad de un verso, una narración que lo absorbe a uno mientras continuamente imagina que todo está sucediendo como en la más desagarradora tragedia. ¿Quién es el autor de tan magnífico escrito?
- ¿Un autor?, ¿de verdad crees que tiene nombre, que una sola persona podría crear semejante obra de arte, que todo lo que ahí aparece no es todo y todos? Me parece que decirte un nombre, darte una respuesta a una pregunta que tú debes averiguar, es contarte el final del libro... puedo hacerlo, es sumamente sencillo, pero, ¿de verdad quieres eso?
-  ¡No, cuánta intriga! Me muero de ganas por leerlo
- Lo siento mucho, pero no podrás hacerlo nunca
- ¿Y eso, acaso no está aún impreso ese libro y nunca lo estará?
- ¿Un libro? No lo es, pero ojalá lo fuera... Conozco el principio: "Sólo querría tomar un café mientras amanece en nuestra terraza y nos miramos a los ojos, sin decir nada, sintiendo cómo respiramos al unísono"
- Me encanta el inicio, de veras que sí
- Para mí es mejor el final: "... quizás sea una auténtica utopía, pero no será efímera como el grano de arena que se posa en la roca y muere en los soplidos de los vientos del mar". Ese es el final, el momento en que todo comienza de nuevo, y ahora nos toca a nosotros unir esas dos imágenes.
- Entiendo. Me encantará escribir el libro de nuestra vida, porque sé que tú eres el motivo por el que yo escribiría semejante libro y yo soy lo único que puede hacer lo mismo por ti. No perdamos más tiempo, está amaneciendo en la terraza, cállate y comencemos a escribir nuestra historia. 

                   "Y los ojos prometen mientras la boca aguarda" (Guillén)

martes, 10 de mayo de 2011

Un soplo de aire fresco...

Somos la proyección continuada de antiguas imágenes ideadas desde antaño. La hiperbólica vida que seguimos nos obliga a tomar unas decisiones que no son nuestras, es más no son decisiones… son secuencias. No podemos ignorar la tremenda carga que llevamos a nuestras espaldas: palabras, ideas, personas, vidas... 

Son entes que apuñalan a cada instante nuestro pensamiento esperando a que sigamos su caprichosa y voluptuosa voluntad, durmiendo nuestra conciencia para que continuemos la sucesión filmatográfica que ya tenemos predeterminada en nuestro ser. A cada instante se filtran por nuestros ojos nuevos mundos, nuevos telares que nada tienen que ver con lo anterior... pero apretamos con decisión nuestros párpados haciendo sonreír al tirano proyector que se complace de admirar nuestra servidumbre.

¡Pero ya no! ¡Nosotros somos la generación de la pólvora, de los puños en la mesa y las miradas desafiantes! Estamos dispuestos a romper esta cadenas cueste lo que cueste. No sabemos qué es la compasión, tampoco pretendan enseñarnos su significado. Traspasaremos cualquier muro que nos impongan, derrocaremos las barreras o fronteras físicas y mentales que encontremos en nuestra imparable masacre. Los ideales barbudos están condenados a la extinción. No obstante, habremos de cuidarnos de ellos pues son presas que sienten cómo su final se acerca y no dudarán en defenderse hasta la muerte, una muerte que gustosamente les daremos.

¡Aprendamos a leer el pasado!, que no sea éste la vivencia del presente que determine nuestro futuro… nosotros podemos. Miles de hombres han alzado la voz de entre el murmullo críptico que nos callaba, otros tantos han ondeado los ideales joviales que terminarían por dar en la putrefacción del orden establecido y, hermanos, no podemos sino hacer lo mismo.

“En pie sobre la cima del mundo arrojamos nuestro reto a las estrellas”. Somos los descendientes de Marinetti, pero no sabemos de retos. Sólo pedimos desafíos. No hablamos desde la cima del mundo, nosotros lo hacemos desde el centro del mismísimo universo tal que: “Con el universo bajo nuestros pies exhalamos un soplo de aire fresco hacia el corazón de todo ser”

¡No! Nuestras justificaciones no son trampas para pájaros como proclamarán, sino todo lo contrario. Nuestros ideales son cepos para ratas que chillarán desesperadas por liberarse de ellos. ¿Qué es la vida sin el dinamismo? Nos negamos a quedar estáticos en este mundo. ¡Que comience ya una era que no tendrá fin, que no será un sueño!


“La vida sólo la vive el que se rebela y el que se resiste” (PabloG)