martes, 6 de diciembre de 2011

Artefactos

"- Lo más magnífico de todo es que, cuando estás allí, se produce un cambio en ti como ser humano - explicaba Kirie a la locutora-. Porque, si no cambias, no puedes sobrevivir. Cuando me hallo en lo alto de un edificio, allí sólo estamos el viento y yo. No hay nada más. El viento me envuelve, me sacude. El viento me comprende. Y, al mismo tiempo, yo lo comprendo a él. Y nosotros nos aceptamos el uno al otro, decidimos vivir juntos. El viento y yo. No hay lugar para nada más"
(Murakami, Haruki. Sauce ciego, mujer dormida)

Para perderse en el amanecer de una terraza, para contar las historias de las historias, para luchar por construir y destruir, para narrar las fábulas de la realidad, para conocer los retales del pensamiento, para llorar por lo que no está... para soñar que algún día volverá a estar.

Por las palabras, por los gestos, por los vientos.

Sete Álvarez Barrena, Calamonte, 4/Diciembre/2011 2:09 a.m

jueves, 24 de noviembre de 2011

Palabras, momentos... que los atrape el viento

04.00: Descubro que el móvil está sin batería. Suerte que mi cuerpo se despierta a estas horas sin que él suene
04.15: Creo que lo que hago ahora se llama desayunar aunque la hora es un tanto peculiar. Me ducho también
04.43: Ya estoy ante la mesa, ante mi proyecto, mis ideas, el folio... todo se une en el trazo del bolígrafo
05.24: He vuelto a ver al anciano que siempre pasea a su perro a estas horas. Lo que más me ha sorprendido es que él ha mirado hacia mi balcón como buscándome
05.46: Ahora: Arquitectura de cartón
06.01: Estoy manteniendo silencio sobre mi proyecto. Dejo que él se exprese por sí solo. Sigue avanzando a su propio paso, yo, testigo
06.15: "Saint James Infirmary"
06.22: ¿Qué haría yo sin la música? 
06.38: Las canciones que están pasando por mis oídos me ayudan a proyectar. ¿La verdad? Rescatan recuerdos
07.09: Ha sonado "La valse d'Amelie" mientras dibujaba una escalera en mi proyecto
07.39: Ya ha amanecido en Sevilla. Oigo a Little Pepe y recuerdo que a Vero le gustaba mucho... deformo escaleras
07.47: No me gusta mi proyecto... abulia
07.57: El sol está fuera por completo y entonces suena Solsticio de verano. ¡Me encantan las coincidencias que te regala la vida!
08.09: Una señora duerme en la calle con una manta por encima sobre una silla de plástico junto a su kiosco
08.26: Javi ha venido a mi dormitorio. Coincide conmigo en que la vista desde mi ventana es preciosa pero que debo limpiar los cristales en breve. Se sorprende de que lleve tantas horas despierto, dice que vivo mucho...
08.37: Voy a leer a Octavio Paz durante un rato.
08.54: El sol ha ido entrando en mi habitación y ahora queda a la altura de mis ojos. ¿Dónde estára mi pájaro? Me gustaría que puediera verme en este momento. Decepción
09.12: Salva es que el entra ahora en mi habitación y dice: ¡He dormido 9 horas! Demasiadas para nuestros cuerpos de arquitectos...
09.19: Recojo el correo, dentro de una carta de Fenosa hay dos globos: uno es azul, el otro naranja
09.20: ¡Me hacen gracia los apellidos de mi profesora de Análisis Gráfico! Guerra Sarabia.
09.46: Teresa ha vuelto a clase tras unos días de ausencia por enfermedad. 
10.15: Camino por el pasillo y el limpiador, que es disminuido físico, se mofa de otra persona que también tiene problemas al andar. La diferencia entre ambos es que éste va en chanclas y tiene problemas en las dos piernas, áquel se siente superior porque sólo tiene problemas en una pierna. A veces la crueldad y la estupidez se manifiestan al unísono. Creo que me caerá mal este señor para siempre. 
10.46: Saco un libro precioso de la biblioteca. El prólogo de Baldeweg es jugoso.
11.22: Fran dice estar cansado
11.30: En la papelería técnica, mientras compro acetatos, descubro que el plano de mi abuelo es una copia en máquina de amoníaco. Estas máquinas desaparecieron hace más de 20 años.
12.05: Mi encuesta se convirtió en quiniela como por arte de magia.
13.00: Una hora leyendo sobre Vermeer. Ángela del Río acaba de escuchar una canción mía y me mira con esa cara que tanto me gusta.
13.20: Me he cruzado con Curro González pero no le he saludado
13.25: Estoy contándole a Martita cuál será mi nueva entrada cuando llega un mensaje de Carlos Tapia que dice: "Usamos Microsoft Office Word 2010®, tenemos los derechos" Nos reímos juntos
13.45: Helena me ha dicho su típico "imbécil" con voz de niña pequeña. Me veo obligado a decirle "tontita" en el mismo tono
14.00: Estoy comiendo con Salva en casa cuando aparece una delfín en un cuerpo de policía.... insólito.
14.45: Voy a dormir la siesta
16.30: Mi cabeza quiere estallar. Me despierto enfermo y no recuerdo qué día de la semana es. Me parece oportuno irme a la ducha. 
17.10: Lucía me ha hecho un regalo precioso. ¿Cómo la puedo querer tanto?
17.42: Los brise-soleils de la Casa Curruchet son preciosos
18.00: Salva me hace huir escaleras abajo. Quiere que le cuente algo y yo me niego, aunque ahora ni sé qué era lo que no quería contarle
18.34: Surrealismo en la era moderna: Mi compañero Javi me ha preguntado cómo se saca un libro de la biblioteca. 
20.23: Dos horas de manejo de Photoshop terminan en perder todo el progreso
21.30: Javi invita a dos de sus amigos a ver el fútbol. Comentamos la anécdota de Carlos Tapia haciendo de estatua en el teatro de su residencia
21.43: Pido amablemente a Salva mi habitual vaso de leche nocturno
22.05: Víctor Valdés resbala patéticamente 
23.18: Javi y yo debatimos. La conclusión es que los zombis no utilizan su sentido del olfato bajo los coches
23.28: Salva apoya nuestra teoría
00.20: Al lanzarle una barra de pegamento a Salva, éste ha chocado contra una pared y rebotado quedando en mi mano
01.03: Supongo que me quedaré dormido mientras leo "El árbol, el camino, el estanque, ante la casa"
04.15: Despierto soñando que en un país inventado debo explicar ante los gobernante el por qué de su elevada tasa de inmigración 

(La mañana y el día continúan pero considero que a las 04.00 se cierra un ciclo de 24 horas. Es suficiente como narración y encuentro de experiencias casuales. Hoy será diferente e igual. )

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un pájaro en mi ventana

Hoy quisiera contar una sencilla historia, la de un pájaro.

En mi dormitorio hay una ventana, frente a la ventana un escritorio, sobre el escritorio, yo, escribiendo. Por la ventana entra la vegetación de la calle, las casas, el ruido de la gente... el viento también. Cuando trabajo en mi mesa suelo levantar la mirada constantemente en busca de la calle, haciéndola mía, sintiendo aquella sentencia de Bachelard: "Todo lo que entra por la ventana pertenece a la casa" 

Me centro ahora en la casa de enfrente: vivienda unifamiliar... No es la casa lo que me atrae sino su tejado. Parece un tejado cualquiera, cuatro aguas, teja cerámica y chimenea... Pero no es tampoco el tejado lo que me  gusta de mi ventana, ¡no! En una de las vertientes encuentro un conjunto de tejas grises, diferentes a las demás y, a ellas, acerco la mirada.

Asoma a veces sí, a veces no, de entre ellas, la cabeza de un pequeño pájaro negro. Al principio no reparé en él, ahora no puedo parar de esperar a que salga. Aquellas tejas grises, más tristes que las coloridas de su alrededor, irradian vida cuando él asoma. Está continuamente yendo y viniendo con ramitas en su pico. Otras veces se pasea por entre las tejas y se acerca al vuelo del tejado para asomarse a la calle. Por las mañanas se despereza con un corto vuelo alrededor de los árboles para irse después sin siquiera despedirse de mí.

Normalmente suelo pasar muchas noches despierto frente a la oscuridad de la calle. Comienzo a preguntarme qué tal estará pasando la noche mi pájaro. Otras, mientras duermo yo, quiero pensar que es él el que se acerca a mi ventana y se asoma para verme dormir, preocupándose de que todo haya transcurrido bien ese día. Así descanso tranquilo, tranquilo de que alguien vele por mi bienestar. 

Luego me pregunté si el pájaro tendría pareja, si aquel trabajo concienzudo de transportar ramas no fuera sino para construir un nido. ¡Qué ilusión esperando la llegada de la primavera! Podría ver a sus pajarillos asomando el pico cuando él volviese para traerles comida. Pronto crecerían y pasearían con su padre por el tejado, aprenderían a volar primero aleteando torpemente, después con ágiles piruetas y acrobacias. Irían uno a uno acercándose a mi ventana para presentarse u observarme dormir... 

Hace ya muchos días que no veo al pájaro. No sé dónde se encontrará ahora mismo. Parece que se ha ido. Ahora que ya me entusiasmaba verle amanecer, que dormía feliz sabiendo que cuidaba de mí, que soñaba con lo feliz que él sería en primavera, ahora se va... El pájaro, como algunas cosas en la vida, se marcha cuando ya has comenzado a no dejar de pensar en él. 

(Dedicado a Marta Benito, para que sus risas no sean un pájaro que se va de mi vida)

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sobre miradas...

A lo largo de este último año me he obligado a mí mismo a volver al Museo de Arte Romano de Mérida cada vez que me desplazo hasta allí. Para muchos, ejemplo arquitectónico, para otros, montón de ladrillos en descomposición constante, para mí... (se fueron las palabras). No sé qué tiene que tanto me atrapa, tampoco creo que debiera explicarlo textualmente; sería un deshonor a la causa de la experiencia: su intangibilidad. En total esto suma unas siete o ocho visitas por año al museo.

En verano posee una luz espectacular, los interiores son deslumbrantes y el visitante no puede sino guiarse por las salas en penumbra creadas en las crujías. En invierno es frío y distante, te conduce por lugares centrales, siempre con una sensación interior de temor a acercarse a sus gélidas paredes revestidas de un color radiante. Las flores del parque se cuelan en el aire primaveral por sus ventanas laterales y la naturaleza hace suyo el lugar. El otoño lluvioso emeritense le hace mucho bien al museo, el interior huele a piedra mojada, un olor delicioso. En una ocasión disfruté de un pequeño chaparrón, modoso e inocente, casi como un regalo que el museo hacía a su más fiel visitante, acompañado de una luz tenue. El interior parecía una piedra preciosa. Las gotas de agua depositadas en la calzada romana se colaban por la pasarela en forma de luz mientras la nariz vibra por la atmósfera conseguida... otoño. Es la mejor época para visitarlo. 

Existe una sala oculta entre los atrezzo del museo. ¿El contenido? Rostros. Una colección integrada en las paredes, atrios y estantes a lo Soane. Figuras mortuarias y recordatorios romanos a los difuntos, colocados allí, entre los vivos. Entiendo una escultura funeraria como un artefacto concebido para olvidar. En él se encierra una vida, la roca trasciende, se extraña y convierte en la memoria de una persona. Después sólo queda enterrarla para que la tierra la engulla, el tiempo pase y la convierta nuevamente en roca. Sucede lo mismo con la familia del difunto, el tiempo transforma el rostro en roca, olvida la presencia de la persona y ayuda a su vez a borrar la defunción de la persistencia personal. ¿Hacemos justicia a la memoria recordando objetos hechos para olvidar?, ¿es moral desenterrar la roca y parar ese ciclo de destrucción del pasado y construcción del futuro?...

Entre la oda de memoria descubierta por los rostros había una muchacha sin ojos. La historia del cartel que la acompañaba contaba que la joven era ciega. Si yo hubiera sido el escultor le hubiera regalado unos ojos. Los hubiera colocado dulcemente, memoria de una ironía que la acompañaría para siempre: ojos negados  en vida que le son regalados al morir. Una persona es lo que ha visto. Aquella patricia sería lo que quisiera ser ahora, podía trazar un mundo propio, imaginario personal asociado a un mundo de oscuridad anterior. Por eso, creo, sería feliz si le hubiera regalado unos ojos.

Desde entonces no hago más que pensar en sus no-ojos. Pienso en qué ojos darle, y al fin sé qué mirada le colocaría si pudiera... serían unos ojos felinos, tímidos y huidizos. ¿Por qué? Porque últimamente no hago más que decirle a esos ojos: ¡Dejad de pasear por mi mente! Yo mismo sé, sin embargo, que ansío verlos por encima de todo. Ahora que me han sido negados, ahora que no son míos... llamémoslo autotortura. 

martes, 25 de octubre de 2011

Habitares de Taliesin

Frank Lloyd Wright en Taliesin

Casa en el bosque, bosque en la casa, el anciano se adentra en, ¿el bosque o la casa? Sillarejos de piedra tallados por la mano del hombre y esculpidos por el viento crean cartografías proyectadas. El cielo está despejado, no se advierte la condición atmosférica del lugar, ni sol, ni estrellas, ni nubes… nada, ¿acaso un decorado cinematográfico? Ahora, casa, bosque y escenario.

El fotógrafo se resguarda bajo un árbol, un espía o voyeur, alguien que no quiere ser visto. Unas hojas han sido descubiertas por el diafragma, la película guarda ahora su huella. ¿Qué quiere decirnos el extraño?, ¿por qué oculta su presencia? Yo, a priori, no lo sé. El fotógrafo es la reflectografía de la instantánea. Obsérvese ahora la colocación de la cámara. Una perspectiva frontal, Frank Lloyd girado y de espaldas al fotógrafo, pura intencionalidad.

Wright en la luz, desde de la sombra hacia la sombra. La luz, un estado de transición entre dos lugares similares… dispares. De la sombra de la naturaleza a la luz, de la luz a la sombra del hogar. El sol revelador de procesos, sol como proceso entonces. Adentrarse de la sombra a la sombra es el habitar de Wright en Taliesin, experimentos en el hábitat propio.

Taliesin lugar de acogida, de creación de imaginarios arquitectónicos, de las famosas tragedias que allí acontecieron a sus habitantes. Una casa construida y reconstruida una y otra vez, un afán por apropiarse del lugar de Wright.

Porche cubierto, comodidad y tranquilidad en la contemplación de la casa, del bosque o de la casa-bosque. Un pequeño pozo, las necesidades del habitar básicas cubiertas. Chimeneas, confort en el interior, creación de atmósferas propias. Piedras y vegetación, la naturaleza en la naturaleza en la obra de arquitectura. Frank Lloyd Wright, el hombre dominador y dominado del hogar y del espacio. La fotografía, al igual que Cartier-Bresson, poniendo la cabeza, el ojo y el corazón en la toma de la instantánea.

lunes, 17 de octubre de 2011

Miscelánea

- A un compositor no debe aplaudírsele por un acorde sino por una sinfonía.
- Obsérvese: tanto la decisión de adoptar a un niño como la de no tenerlos es un acto egoísta. Conclusión, hagas lo que hagas serás criticado.
- Si se ataca usando las armas de un rival se corre el riesgo de resultar herido en su uso.
- Levántate diciendo al mundo: ¡intenta hundirme hoy!
- Para volar no hay que vencer a la gravedad sino a la imaginación.
- Las conversaciones que da el silencio son las que más me llenan.
- La madurez no la da la edad sino la reflexión.
- Las ideas son préstamos, el que las considere suyas es el más grande de los egoístas. 
- Nunca hice una apología de mí mismo basada en la crítica a los demás.
- Existen espacios que viven de otros espacios, los míos no... sólo viven de mí mismo.
- ¿Piedra o esponja? La piedra hiere, pero la esponja sangra... ¡Es tan humana!
- El acto más humano del mundo: arrepentirse de crear monstruos.
- He oído cosas que harían enloquecer al más sabio de los sabios, ¿lo peor? Existe gente que las proclama como ley de vida.
- Es más efectiva una sola estocada que cien pinchazos de aguja.
- El beso es el hierro de la especie humana.
- Mi peluquero me ha dado conversaciones más trascendentales que cualquiera de los autodenominados "filósofos" que he conocido.
- Todo lo que decimos acarrea una consecuencia, la consecuencia de lo que callamos sólo la conocemos nosotros mismos... ¡eso está bien!
- La biblioteca es al filisteo lo que la iglesia al ateo.
- Escribir (definición): acto gráfico que consiste en entremezclar mediante palabras mudas las siguientes acciones: recordar, imaginar, proyectar, leer y vivir.
- Aquiles siempre protegió su corazón con una coraza para que no le hirieran, creía que así sería inmortal. ¡Qué espanto debió sentir cuando vio su talón malherido!
- Algunos venenos corren más que el aire, pero incluso hasta al aire puede parársele con un sólido muro.
- El hogar es el caldo de cultivo de los genios, también de los seres perversos. 
- Si pides más de lo que das has de revisar tus cuentas. 
- Jamás reclamé la atención ni comprensión de nadie, no me gusta la grandilocuencia.
- Ese ritmo que suena a oscuras se llama corazón, ¿alguien lo oye aún?
- Daría marcha atrás en el tiempo para cambiar algunas cosas pero si lo hiciera no sería yo mismo. 
- La amistad que no surge de un sentimiento no es amistad.
- Reitero: ¡A un compositor no debe aplaudírsele por un acorde, sino por una sinfonía!

sábado, 8 de octubre de 2011

Recuerdos de una llave. Peter Wayfarer

Recuerdo haberla tenido pocas veces en las manos, incluso imploro haber malgastado tanto tiempo buscándola, como un amor fugaz. Como una madre de su casa, ella conoce tu despiste... ella lo conocía.

Recuerdo haber visto desesperación y llanto por poseerla. Mujeres apoyando las manos sobre sus intimidades, retorciéndose del esfuerzo.Chica aislada arrojada con desprecio y colocada en su sitio... no obstante, cuando la tempestad amaina volvemos al terror de su ausencia, el temor a perder un trabajo, a una cita o un programa televisivo...

Crujiéndonos la cabeza por la monotonía olvidamos a veces como un familiar en un asilo. Ilusos aquellos que juegan con ella, abrigados por la ignorancia ¡Qué calculadora es! Cual amargura carga en su interior, cual dientes posee y puede desgarrar tu destino en trocitos. Chica tímida de casa, aunque suele ir con sus amigas, no encaja en ningún sitio. Te escucho, pongo mi oído y escucho cómo tú y tus secuaces planeáis la desaparición de nuestro ser.

Marcas a pie de página:
Siempre he pensado en Peter como ese ser sobre el que no nos es posible reflexionar. Su obra (desde la poética, la pictórica, otras expresiones más libres hasta su prosa) es difusa, no lineal, irracional... para mí, apasionada. Es simbolismo máximo, metáfora pura del acontecer interno propio. No cabe explicación para ella, sólo desde el conocimiento del fuero sensitivo que rige su devenir es posible su apreciación... entonces queda repudiarla o rendirse ante ella.

Este texto llega como un regalo, como esos hallazgos que anteriormente cito, como encuentro o búsqueda. Resulta inconclusa, contradictoria y en un tono más amplio e intelectual, ilegible. Aquello que pretende mostrar no es visible en sus líneas, sí entre ellas. La imagino entonces como un anagrama, no dice lo que cree decir en sus trazos, es entre ellos donde radica la lectura de Peter Wayfarer... en las marcas a pie de página.

Una mirada a través de la oscuridad de la casa, en ella la ausencia de la llave... una invitación a temer por su pérdida. La desprotección ante un filtro de malas intenciones en nuestro portal, la llave, insignificante, se ha llevado consigo todo nuestro ser. 


Sete Álvarez

lunes, 3 de octubre de 2011

La perspectiva obliga...

¿El hallazgo es búsqueda o encuentro? Yo, a priori, no lo sé. Que esta pregunta ronde por aquí puede ser casualidad que es el peyorativo con el que definimos un encuentro o búsqueda. No se sabe cómo pero que la humanidad evoluciona o involuciona es un hecho constatado, a lo sumo incierto, aunque se entrevea. Los hallazgos revolucionan el mundo y sobre todo el espíritu humano que ve a su "yo" anterior sobrepasado por una nueva generación de individuos formados por sí mismos que lo destruyen... a mí me resulta reconfortante experimentar cambios en mi mundo, en mí. 

El silencio ayuda en cuanto a que nos susurra todo cuanto ve a su alrededor. Un rasgueo continuo interrumpe su muda sinfonía y él se encarga de avisar de la anomalía. Es el comienzo del descubrimiento, esto es, la búsqueda o el encuentro. Quizás estemos frente a un espejo intentando dilucidar cuál es el yo auténtico, absortos aún por la pesadilla del estado de ensoñación cartesiano; lo cierto que es que Wittgenstein templa mi ánimo y perfila que de momento el silencio, también, es la mejor respuesta. He aquí el descubrimiento y lo que ello supone.

Existen, en un principio, dos formas personales de dejar huella: el lápiz y el bolígrafo. Pongo énfasis en que son conjunto y no particular. Tan lápiz es el lápiz como la tiza, como la cera pastel. Tan bolígrafo es la pluma como el acrílico, como el grabado. Estas dos realidades conforman nuestro mundo, todo es lápiz o bolígrafo, nada se escapa a su categorización. Parece oportuno pues, establecer una lógica funcional que ayude a diferenciar lápiz de bolígrafo y adecúe el uso de cada uno.

En mi escritorio guardo un pequeño bote repleto de bolígrafos, el visitante que fugazmente pasa por allí cree que es un gran repertorio técnico de ellos, lo más cierto es que están gastados, no sirven ya, su vida terminó. Nunca me gustaron demasiado los lápices, si hubiera de ser, sería bolígrafo. Una duda se cierne entonces sobre mí, ¿por qué no hay en este bote ningún lápiz?

El lápiz es un ser sencillo, suave, cálido como la madera de la que proviene. Su trazo es variado, un mismo lápiz permite cientos de marcas diferentes. Sus manchas prominentes y expresivas. El bolígrafo es por el contrario un ser temperamental, a veces se digna a trabajar y otras se niega por completo. Complejo si lo comparamos con el lápiz, una estructura ingenieril interna, manchas toscas, homogéneas, reconocibles en un primer orden. Dos formas de trabajar distintas que no tendrían por qué recalificar su mundo gráfico, la diferencia se deduce del primer enunciado: el bolígrafo está en mi escritorio y el lápiz no.

El lápiz se amilana, se deja manejar por su usuario, no tiene credenciales ni ethos, su trazo dependerá de la personalidad del que lo maneja, transfiere y absorbe lo que le toca. Si no nos gusta lo que hace, ¡no hay problema incluso con un dedo podemos emborronar o borrar lo que ha hecho! Su dueño le va consumiendo poco a poco, para realizar su obra y cuando no se pueda sacar más rendimiento de él, lo tirará a la basura. El bolígrafo se muestra robusto, erguido frente al que le toque, arisco en algunas ocasiones. Requiere de un trato suave, sino escupirá tinta a borbotones sobre el papel de quien le pretenda domar. Hay que saber que no podemos utilizarle, su uso es una colaboración mutua. Tapar el bolígrafo es más complejo, se necesita de un antagonista para lograrlo, la antítesis a su tinta que le diliuya; pero aún así él seguirá ahí, oculto pero inmanente. Tampoco se intente tratarle de lápiz y buscar expresividades fuera de su ser, ¡porque no, él no es lápiz! Cuando ya no queda más oscuro brillo en su interior, se deja de lado... el bolígrafo también muere, al igual que todos.

Ahora llega el descubrimiento de veras. Propongo que el bolígrafo y el lápiz son personas. Pienso en ellos como el ateo y el creyente, el optimista y el pesimista, el rebelde y el resignado. De ahí que quizás me gustasen siempre más los bolígrafos, me gusta tener en mis manos seres que no necesiten de otros para ser, que cueste manejarlos, ya suponen un reto en sí. Que dialoguemos, que yo no pueda manipularlos, seres joviales. Lápices no. Aguardan una vida que se va consumiendo con la esperanza de que ésta pase y les abra las puertas a un mundo que no existe, su final es el mismo del bolígrafo. Sin embargo, yo guardo bolígrafos, no lápices.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Un viaje por no se sabe dónde...

La experiencia que hoy propongo necesita de unas consideraciones previas para poder entenderse. En primer lugar cabría mencionar que soy un ser muy metódico. Con ello me refiero a que es previsible lo imprevisible que soy. Sí, ni más ni menos que contradicciones, la vida misma. Sin embargo, cuando se trata de viajar, y más concretamente desde Sevilla a mi Mérida natal, soy un kantiano caracterizado. Me gusta Kant como persona, me hace gracia, sí... Kant era un hombre programado, siempre realizaba las mismas tareas a la misma hora todos los días, ¡tanto que sus vecinos llegaban a predecir la hora que era en función de lo que Kant estuviera haciendo! Si Kant pasaba por la mañana eran las diez, si estaba sentado en su escritorio, las cuatro, si cenaba, las ocho. Lo más curioso de todo es que él mismo afirmaba que apenas tenía tiempo, que éste pasaba volando, ¿sería que Kant volaba junto a él? Tan rígida era su rutina horaria que cuando viajó al norte cambiando su ciclo vital, su salud empeoró y murió.

Pues bien, cuando viajo me convierto en Kant. Si alguien pudiera verme en los vacíos autobuses en los que viajo no me reconocería pues hay veces en la que pienso que hasta mi rostro se desdibuja por el viaje. Quizás algún día me lleve un espejo para cercionarme de todo esto. Mi mente parece conocer esta circunstancia y se empeña en afirmar mi kantismo comenzando a reflexionar... ¡qué le voy a hacer si así de caprichosa es ella! Normalmente recorro el suroeste los viernes por la tarde, después de una larga noche sin dormir y una mañana en alerta máxima. Lo más lógico sería dormir todo el trayecto, ¡pero no para Kant! Entre los extremos del camino la rutina es simple: todo comienza con la salida desde Sevilla y la lectura de algún libro durante aproximadamente una hora (es indispensable hacer esto, Kant así lo quiere), después duermo durante otra hora y tras este descanso y unos largos e incómodos minutos más de un asfixiante ambiente kafkiano llego a Mérida... todo normal.

En mi último traslado se dio una especial circunstancia, este metodismo mío se rompió puesto que salí de Sevilla por la mañana. Igualmente, leí, dormí y me agobié. Sin embargo, al despertar reparé en algo familiar, se trataba de un edificio muy peculiar. En muchas ocasiones, nada más despertarme lo había visto, yo diría que incluso en un arrebato muy dramático, él se me había aparecido. ¿Qué era aquello, una casa, una iglesia...? De veras que yo aún no lo sé. Inmediatamente su imagen me evoca a Gaudí, ¿acaso Gaudí construyó allí algo? No logro comprender la lógica de esa construcción. Otras tantas veces he tratado de mantener despierto, con la cámara preparada para fotografiar y... no he logrado ver nada.

Conocí a Gaudí siendo bien pequeño. Recuerdo perfectamente que lo vi en un episodio de "Las tres mellizas" (un descubrimiento un tanto curioso, pero a mí me encantaban porque me ayudaban a conocer a personajes históricos desconocidos para un niño como yo lo era). Allí lo retrataban como un "iluminado", con visiones y alucinaciones que lo hacían ser calificado de desequilibrado. Después descubrí que esa imagen de Gaudí ligaba a la perfección con su muerte: atropellado por el tranvía en un estado de arrebato creador que le dejó parado en la línea férrea. Ahora imagino que ese Gaudí que a veces logro ver y otras no son imaginaciones mías, que nunca ha existido y que al despertar de mi sueño se me aparece como aquellos dragones que Gaudí veía por las calles de la Barcelona de Cerdá.

De esta forma, no sé ubicarlo, no puedo describirlo a la perfección... sólo tengo vagos trazos en la cabeza que parecen desaparecer en el instante en que decido dibujarlo en el papel para atrapar de una vez a ese coloso huidizo. Si alguna vez podéis verle no dudéis en parar como sea y acercaros para aseguraros de si es un espejismo o una realidad, para mí, él es un viaje por no se sabe dónde.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Túneles para una vida

El camino que recorremos sólo es un túnel, y las personas que nos acompañan, por mucho que nos duela, no son sino retratos colgados en el transitar. A lo mucho llegaremos a tocarlos, los miraremos, nos mirarán… nuestros ojos serán suyos. Lo más doloroso, lo más sencillo, esto es… la realidad. No acierto descubrir si como búsqueda o como encuentro se hace presente en mí una carta de mi queridísimo Nietzsche a su hermana Elisabeth. En esta réplica de Friedrich a Elisabeth, él expone que ante la afirmación de su hermana de que lo más sencillo es lo verdadero, la sencillez que guarda revelar que 2+2=5 no deja de hacer que no lo sea.


De igual modo, que la luz al final del túnel sea la salida es una fantasía elaborada por nuestro propio intelecto, la luz es el túnel y el túnel es el final, lo más sencilla no es lo verdadero. Ulises añora Ítaca, pero su vida no es su tierra sino su viaje, como nos invita a reflexionar Borges. Desear el final sólo nos lleva a no percibirlo nunca. Quiero decir necesidad reclama su parte de mí que yo gustosamente le cedo a sabiendas que, cuando ella termine, vea la luz, yo sólo estaré en el túnel.


Hace no mucho una parada me invitó a releer todos mis textos. Noté en ellos una extrañeza y lejanía sumamente escalofriante. Me preocupó de sobremanera la variación temática que en ellos percibía. Escribo variación, pero en mi interior asomaba un término que me asustaba... degradación. Este espacio era mi lugar de reflexión, una naturaleza no muerta fuera de mi ordenador en contacto con el mundo, con la red. Como lugar de reflexión y yo como férreo dogmático sólo cabían en él arduas y esponjadas reflexiones casi deshumanizadas.

De una tiempo hasta ahora la reflexión ha muerto aquí, está casi mendiga, pero eso me preocupaba, ¿acaso estaba perdiendo sentido lo que yo hacía? Ignorante yo, había estado equivocado en todo momento. Buscaba el fondo del túnel sin percatarme de que caía más en la oscuridad, ahora disfruto de la belleza del camino pues el túnel tiene luz en su interior, y nuestra vida transcurre en el túnel al igual que Ulises. Después llega a mis manos un fragmento de mi admirado Hesse, todo parece fluir...

¿Viene usted de su despacho? Vaya, de eso no entiendo una palabra; yo vivo como apartado, una poco al margen, ¿sabe usted? Pero creo que a usted le interesan también los libros y cosas parecidas; su tía me ha dicho alguna vez que ha sido buen conocedor del griego. Esta mañana, leyendo a Novalis, he encontrado una frase ¿Me permite usted que se la enseñe? Le gustará mucho...
-Esta también está bien, muy bien... - dijo- escuche usted la frase: "Hay que estar orgulloso del dolor, todo dolor es un recuerdo de nuestra condición elevada" ¡Magnífico!¡Ochenta años antes que Nietzsche! Pero no es ésta la sentencia a que yo me refería; espere usted, aquí la tengo. Vea:"La mayor parte de los hombres no quieren nadar antes de saber " ¿No es eso espiritual?¡No quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la tierra, no para el agua. Y, naturalmente, no quieren pensar; como que han sido creados para la vida, ¡no para pensar! Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ese podrá llegar muy lejos en esto; pero ese precisamente ha confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará... 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Estaré siempre...

Supongo que los comienzos, los finales o los finales que suponen un comienzo tienen algo mágico, ritual, irracional. En ese sentido, entiendo el por qué de congratularse en un aniversario, victoria o cualquier otro suceso que pueda asomar a nuestras vidas. Es lo justo. 

Entiéndanme, nunca fui un galán renacentista, no me gusta el virtuosismo por el virtuosismo. Tampoco propongo lo contrario, sólo disfruto de cada instante sin pensar en el siguiente, ¡tanto que consigo transformarlo en un dulce empalagoso! Uno de mis instantes favoritos es el de las miradas. Lo saben todo, ¡que sabios son los ojos!, ¡qué necio los hombres hablando de lo que éstos ven! Esta mirada dice: existe un marcador, útil o inútil, que revela un dato bastante incierto. Se trata del contador de las visitas.

A veces me paro a mirarlo fijamente, creyendo que, y esto sí que es verdadera locura, ese marcador guarda la imagen de cada persona que ha pasado por este espacio. Entonces comienzo a trabar historias para dar sentido a cualquiera de esas visitas. Existen historias en las que el visitante, por error, descubrió la página buscando información para su trabajo de secundaria sobre los movimientos de masas de aire. Otro visitante, éste era muy celoso, quería espiar los sitios que su pareja visitaba en la red y él, cauto, decidió mirar la dirección de un blog muy sospechoso que su novia visitaba continuamente. Un día caminaba por Mérida con la dirección del blog escrita en un papel arrugado que llevaba en los bolsillos, quería visitar a un antiguo maestro y comentarle la nueva pasión que derrochaba aquí. Sin embargo, al buscar en mis bolsillos la nota había desaparecido, el aire debió llevársela y alguien la atrapó y se convirtió en el protagonista de otra visita. Existen muchas historias pero, sin lugar a dudas, la más curiosa es la mía.

No recuerdo cuándo, pero sólo sé que de siempre he sentido obsesión por dilucidar qué sucede con todo lo que decimos, lo que hablamos, sí, lo que atrapa el viento. Yo siempre creí que debía de existir alguna manera de guardar todo eso y me preocupaba no saber cuál era. Recuerdo que descubrí en un libro cuál era la raíz de la palabra literatura, entonces no era ni mucho menos un aficionado a escribir ni nada similar, "littera dura". Lo más bello no era la raíz en sí, si no lo que significaba, "la palabra que permanece en el tiempo". Fue entonces cuando percibí que la única manera de atrapar esos momentos era escribir. Escribiendo estoy y estaré siempre... es mi primera visita, el final que supone un comienzo.

Se cerró un escenario en ese momento, ahora se abre un abismo. Un descubrimiento de mí mismo, por eso me parece una actitud egoísta pediros comprensión o atención. Un descubrimiento de vosotros, por eso os necesito, sois las historias que quedan por escribir... Queda dicho, no me gusta el virtuosismo por el virtuosismo, pero algo especial guarda ese marcador que se deja mirar en ocasiones. Guarda más de mil historias ya... 

martes, 30 de agosto de 2011

La fábula del pastor

Existía un hombre que se había criado con un grupo de ovejas. Se encargaba de cuidarlas, o eso creía él, aunque la realidad es que eran las ovejas las que le protegían. Estaba tan acostumbrado su poca estatura que aprendió a mirar únicamente hacia abajo. Se pasaba todo el día viendo sus pies y los de las ovejas, ¡tanto, que olvidó qué era el sol, las nubes y las estrellas! Él sólo sabía de sus pies y sus ovejas, ¡qué feliz era con aquella vida!

De pronto un día, una de las ovejas comenzó a sentirse mal con sus compañeras. El pastor empezó a contarle cuentos, muchos, eran preciosos. En ellos, las gentes que se resignaban eran los mejores, los héroes... tanto, que en uno de esos cuentos, uno de los protagonistas moría y todos eran felices; incluso el muerto. Los amigos del fallecido se jactaban recordando las anécdotas de aquel héroe. De esta manera la oveja decidió que ella quería ser tan feliz como lo eran en los cuentos e intentó suicidarse.

Las otras ovejas se percataron, algunas se escandalizaron, otras al igual que el pastor la habían estado animando con sus comentarios y se hicieron las escandalizadas. El resultado, todas las ovejas se volvieron contra el pastor y decidieron abandonarlo. El pastor, que solo sabía de sus pies, olvidado del mundo y solo, comenzó a odiarlo todo, lo primero a sí mismo. Continuamente estaba buscando más ovejas a las que engatusar, de hecho aún lo hace hoy. Siempre las mismas mentiras, historias, ya oídas antes, que él mismo se atribuía siempre mirando a sus pies, con el cartel de la ignorancia colgando de su faz... todo lo que él decía era ley, dogma, nunca se equivocaba, ¿por qué? Sólo porque él lo decía, porque él no rendía cuentas con nadie, no conocía a nadie sólo sus pies, y ellos eran los más importantes.

Nuestro pastor se asentó después en una nueva comunidad, pero ésta, más que estar llena de ovejas, lo estaba de pastores. ¡Qué desdichado se sentía!, ¡nadie oía sus mentiras, nadie miraba sus pies!, ¿por qué todos miraban hacia el cielo, las estrellas? Sucedió que tuvo una fuerte discusión con uno de los pastores. El otro pastor estaba harto de las mentiras del protagonista y decidió hacer que levantara la cabeza de sus pies, pero él, terco, se negó, se ofendió y comenzó una campaña para desprestigiar al otro pastor, que impasible siguió con su vida. Al pastor le reconcomía esto, y no podía pasar un día sin mentar a su enemigo, sin culparle de todos sus problemas, era lo fácil, era como mirar sus pies.

Al final de su desdichada vida de soledad, una vida despreciable para todo aquel que ama de verdad la vida, a punto de morir, cayó de espaldas y por primera vez en su vida vio las estrellas, qué hermosas eran, podría estar toda una vida mirándolas... ¡ahora entendía aquello que el otro pastor le decía y que él negaba una y otra vez! En el último suspiro de aire que le quedaba giró la cabeza y vio su rostro reflejado en el agua... era el de una oveja. Por fin, quizás demasiado tarde, se percató de aquello que todos sabían, su vida había sido un camino de pasos en falso.

sábado, 13 de agosto de 2011

Entrelazamientos. Ángel Martínez García-Posada

“La realidad llega a ser un soporte para la reflexión o un campo magnético en el que el artista se identifica con los tiempos. En ese momento se desplaza hacia el origen. El inicio de la vida y el final de la muerte han concluido. La obra de arte es la materialización de esta fusión. Es lo que la hace eterna o trascendente. Ahí comienza la relación entre la vida y el arte”               Lygia Clark

A lo largo de su obra Lygia Clark defendió siempre la idea del arte como un acto de vida. En sus últimos trabajos, Objetos relacionales, esta pretensión alcanzó quizás su máxima intensidad. En una habitación de su casa, su “consultorio”, la artista disponía objetos diversos, así bolsas de plástico, telas llenas de aire, agua, arena o poliestireno, rollos de cartón, tubos de goma, y un sinfín de artículos imprevisibles, humilde reciclaje casero y vestigios orgánicos de una vida, como en aquella cama de Tracey Emin. Clark los consideraba inductores de experiencias terapéuticas, sensoriales y simbólicas, casi psicoanalíticas, entre el individuo y la colectividad, y trabajaba a partir de la manipulación de los mismos y su interacción con el cuerpo. “El arte es el cuerpo” quizás fuese su proclama más ejemplificadora y una de las más memorables. Era la suya una experiencia de mediación, sobre un tablero una singular partida entre Duchamp (artículos escogidos de la cotidianeidad que alcanzaban nuevos significados) y Man Ray (la yuxtaposición de encuentros inesperados); también una colección infinitiva de acciones, envolver, contener, alumbrar o encontrar.
Unos años antes, a mediados de los años sesenta (se había formado con Roberto Burle Marx en Río de Janeiro a finales de los cuarenta), la artista brasileña había creado Caminando. La propuesta consistía en el ofrecimiento a un espectador de una tira de papel, tijera y cola, y una serie de instrucciones de uso: pegar los extremos de la tira, unir el haz de uno con el envés de otro, igual que en una banda de Moebius, escoger un punto cualquiera de la tira para empezar un corte longitudinal y completar una vuelta evitando incidir en el punto inicial. Se iban generando así formas entrelazadas y continuas –una única forma en realidad–, resonante espiral fractal sin principio ni final, la tira original se hacía cada vez más estrecha y el diámetro cada vez mayor, hasta que el calibre de la herramienta –los límites de la técnica; consecuencias de una baja tecnología– ya no permitía avanzar en la travesía y la obra estaba entonces terminada.
A Hans Christian Andersen le gustaba recortar figuras de papel y a veces las usaba para contar una historia. Los aros de papel de Lygia Clark, formas de aire en el aire como en ciertas investigaciones de Juan Navarro Baldeweg, dibujaban en el vacío un recinto inducido, tanto más expansivo cuanto más fina la piel de celulosa y mayor la habilidad del cirujano. Acaso alguien querrá evocar la leyenda de la fundación de Cartago, tan metafórica como arquitectónica, en nuestro caso convertida en un ovillo poroso de papel. La princesa Dido, hermana de Pigmalión, rey de Tiro, huyó navegando con el tesoro de su esposo Siqueo que ambicionaba Pigmalión, hasta llegar a la región habitada por los libios; allí solicitó al rey local tierras para fundar una ciudad pero este le concedió apenas el terreno ocupado por una piel de toro: en su ingenio creativo Dido cortó la piel en finísimas tiras, delimitó una gran extensión e hizo construir una fortaleza llamada Birsa, que se convirtió en la ciudad de Cartago. Al jugar en casa a menguar la banda de papel de partida reproduciendo la operación de Clark, la tira entre mis manos alguna vez nos recordó al Monumento a la Tercera Internacional de Tatlin, desinflado y etéreo, casi desvanecido. En esa otra mitología, la de los artistas que fundieron su obra con su vida, cabría escribir que Matisse, envejecido y enfermo, sin fuerza ya para sostener los pinceles, desarrolló la técnica de recortar figuras de papel de colores vivos. Sus gouaches découpées (pinturas recortables), tan denostados inicialmente, acabaron siendo reconocidos como una solución al eterno problema de la línea y el color, y así, tanto habrían de influir a los artistas del siglo pasado. La idea de que proyectar arquitecturas se asemeja al recorte de formas de papel en el aire alumbra la superación de la dicotomía de la figura y el fondo, la hoja en blanco cobra volumen –analogía profunda de todo proyecto y su tránsito entre la bidimensionalidad del plano y la tridimensionalidad de la forma en el espacio– y se enlaza con el vacío.
Caminando era un proceso indeterminado, con tintes lúdicos y a la vez reivindicativos, la obra se hacía distinta a cada vez, cauce inducido pero no cerrado: cada intérprete, también artista como Clark, construía su propio conjunto de estelas encadenadas, trazaba su particular recinto en el espacio. En él se difuminaban hasta disolverse, como en los mejores proyectos, la dualidad convencional de anverso y reverso, arriba y abajo, principio y fin, dentro y afuera. Desde su evocador título literario, en el camino, nos ha gustado siempre emparejarlo en su modestia y cercanía, con las grandes obras en el territorio de algunos de nuestros míticos artistas en el desierto, en una mirada que salta escalas y construye paisajes a vista de pájaro o sobre nuestra mesa. Puede considerarse, por lo demás, una obra propia de su época, otro empeño de supresión de las barreras entre artistas, espectadores y objetos; la tradicional solidez dialéctica de polos desvanecida, de nuevo, en el aire. En aquellos años Clark había comenzado a cuestionarse “si cualquier gesto en la vida, podía adquirir magia como en la experiencia caminando”.
En su escrito “Danzar encadenado. La última coreografía de Merce Cunningham y John Cage” Antonio Juárez tomaba otra conocida figura de Nietzsche, animador desde el inicio de esta página que nos acoge –acaso un objeto de relaciones virtuales– para enlazarla con una lúcida analogía con la creación artística y arquitectónica: “danzar en cadenas”, explicaba el filósofo a propósito de Homero y otros poetas griegos, al asumir la coerción múltiple de la tradición de los poetas anteriores y añadir la invención de otra nueva, imponerla y vencerla. Así puede describirse el trabajo proyectual como un baile condicionado, la creación en los márgenes de unas exigencias, estirando el hilo que las circunstancias nos permiten (la propia obra de Clark, Hand Dialogue, en la que unas manos aparecen entrelazadas por otra banda de Moebius, pareciera remitir a ello. El arquitecto Steven Holl tituló una de las recapitulaciones de sus proyectos Intertwining, y otra de ellas, Anchoring. Ambos enunciados están contenidos en el hallazgo de Nietzsche, y condensan esta imagen física de grados de libertad a pesar de ciertos vínculos. También, a propósito de toda creación en el territorio, cabría reivindicar sendos títulos como un manifiesto en torno a la imbricación de arquitectura y lugar, arte y espacio.
Toda obra remite a un fragmento de nuestra vida, y en simetría, cada uno de nuestros pasos en el camino puede contener proyecciones creativas que trascendiendo su anclaje particular, se hagan universales. Objetos relacionales exploraba la potencialidad de los flujos entre las personas y las cosas, como una sucesión de secuencias osmóticas. Así, según narraba la artista, en su encuentro con el cuerpo, las bolitas que rellenaban una pequeña almohadilla de tela, hacían reverberar la pulsación vital del organismo que tocaban, y a su vez, emitían flujos y se tornaban células vivas que se agitaban por todo el cuerpo. Clark señalaba que los objetos relacionales solamente adquirían su especificidad al entrar en contacto con las fantasías de sus “pacientes”. El conjunto de relatos que la artista y los co-artistas protagonistas de las distintas acciones componían, aleaban la subjetividad con la reconstrucción de los hechos, alguna vez he pensado también en la proximidad a aquel pasaje de Goethe en que reconocía que cada objeto abría una nueva puerta de percepción orgánica: “el hombre se conoce a sí mismo sólo en la medida en que conoce el mundo, del cual toma conciencia sólo en sí mismo como toma conciencia de sí sólo en él. Cada objeto nuevo, bien contemplado, inaugura en nosotros un nuevo órgano” (Zur Morphologie, II, 1). 

“Como el río y el mar, o el mar y la nube, o la nube y la lluvia se enlazan en el ciclo del agua, así el “mundo y yo” se entretejen por numerosos hilos y por la continuidad de muchas fuerzas y sustancias: un mundo solo, aglutinado, de materia y energía en el que está inmerso el cuerpo.
Las caravanas de mensajes, que viajan como flujos químicos o eléctricos en los procesos informacionales del interior del cerebro, son parte de la madeja enmarañada de hilos y enlaces que comprende cuerpo y mundo. Fuera de esas conexiones la realidad nos parece incalculable, es un fantasma indescifrable. Los sentidos dibujan una frontera, una estrechez que interpretamos erróneamente como ruptura y segregación del sujeto y su entorno. Más allá de ese filtro de los sentidos, de esa angostura, se da una experiencia radical: la vívida y total identificación del yo y lo circundante. Entonces el cuerpo es, todo él, un verdadero órgano sensorial que induce un sentimiento de profunda unidad, la ilusión de un fluir desbordado en un estado de elevación o éxtasis.
Cualquier hombre sumido corporalmente en el mundo siente la exaltación que le impulsa a proyectar y prolongar esa compenetración del vivir, o del espectáculo que es vivir, aportando señales, voces o figuras, en definitiva obras, para contagiar y abrir esa experiencia a otros hombres. Las imágenes mentales se combinan, se transfiguran en el rodar del pensamiento hacia la expresión, hacia la actividad comunicativa, bien sea a través del habla, de la escritura de la danza, o de tantas otras manifestaciones en los diversos géneros artísticos”                                     Juan Navarro Baldeweg 

jueves, 21 de julio de 2011

¿Y qué es?...

El sonido del bolígrafo rasgando el papel es suave como el ronroneo de un gatito.

También la melodía del silencio… siempre lo hace… ¡qué capricho!, ¿por qué no deja de sonar?

La fresca brisa vespertina se resguarda de la mirada del sol.

Las nubes jugando a ser de goma, jugando a que juguemos a imaginarlas… esperan… quieren… les demos nombre…

El pájaro ocioso da gracias a la vida con su cantar por permitirle abrir los ojos un día más.

Las calles se asoman a la vista descubriéndose poco a poco, momento a momento, imagen a imagen… con erotismo.

¿Y yo? Sentado… pensando… mientras amanece… siempre lo hago… ¡qué caprichoso!

¿Qué es la literatura? No son palabras vanales, ruido insustancial o refinado y gustoso hablar.

¿Qué es la literatura? Sonido del bolígrafo, la brisa, nubes de interminable nombre, el canto del pájaro, la mirada evocadora a la calle, tú, yo, nosotros…

Juntos como nunca, separados como siempre… el silencio.

sábado, 2 de julio de 2011

Tres de la mañana...

Sonidos inexplicables, irreconocibles, irrefutables que activan la cámara fotográfica del hombre, los ojos, me hacen despertar mientras una ráfaga de aire caliente penetra en mi cuarto devolviéndome a la realidad. Como un soplido de fuego que intenta escapar de las ascuas ya moribundas recordando en qué momento fueron poderoso fuego ahora simple huella del pasado... el aire trae consigo estas melodías, sí, como siempre esas palabras al viento. 

Un texto "Interrelaciones", un libro "Atmósferas" y un instante inesperado, inoportuno, ideal entonces. No sé aún qué me anima a absorverlos pero es seguro que no es intencionado, sí, planificado, pero no por mí. Ellos me hablan de una relación oculta de las cosas, de cómo el trato humano guarda en sí la vida, de cómo el sonido, la forma, la luz es la arquitectura. Inmediatamente recuerdo aquel verso de Borges que tanto me emocionó en su momento... "cualquier cosa es todas las cosas".

Cualquier cosa es todas las cosas... cualquier cosa es todas las cosas... lo repito una y otra vez gustoso de captar cuánto dice y cuánto calla, como si de un sabroso plato se tratara y yo pecara de gula relamiéndome de placer. No hago más que aventurarme a imaginar qué es todo lo que es todo, qué es lo que no es nada... me siento entonces sobrepasado, desbordado ante tal universo imaginario. 

Ahora leo el fabuloso texto de Zumthor cuando, de repente, me siento atraído por un párrafo, un fragmento que considero soberbio... ¡oh, vida pura creedme! Me encanta, decido cuidadosamente doblar la esquina superior de la página marcando el texto... ¡Qué enorme sorpresa la mía al descubrir que esa página ya había sido doblada anteriormente!

Trato de establecer una nueva interrelación entre el individuo que me precedió en la lectura del libro y yo... ¿por qué ambos hemos escogido esa página como mágica? ¿qué tiene ella de especial para que dos personas aparentemente diferentes, inconexas, hagan suyo ese texto y no otro? Todo esto pasa por mi mente mientras continúo, a duras penas, abrumado... ¡Tanto por imaginar y descubrir con tan poco como es una hoja doblada en su esquina!. Entonces un nuevo fragmento llama mi atención, una cita, un aforismo que me evoca a mi sempiterno Nietzsche (y tendréis que disculpar en ese sentido que siempre lo sea) autor que Zumthor menciona más adelante en el libro... "O bien pueden decir: soy el edificio más bello; todos vosotros sois realmente malos. Soy como una diva

Alterado me fijo en la esquina del papel... esta vez, no. Sólo estoy yo, no hay ningún marcador previo a mí. ¿Por qué ese desconocido con el que yo sentía una conexión especial había despreciado aquella página?, ¿por qué había decidido que aquello no era para nada interesante, que no merecía la atención? La noche se me antoja entonces terminada. El peso de un libro puede destrozar hasta la más férrea voluntad humana. 

No sé qué tendrá este libro capaz de iluminar a tantos de mis compañeros de clase... pero algo oculto, metafísico, casi seguro que lo tiene... Ese maestro y su libro capaces de alumbrar la mente del proyectista que brillantemente decide proyectar una caja de música habitada en tan sólo con nueve lecciones... soberbio. Yo, aún sigo buscando la respuesta, por mi parte, en 21 lecciones, estoy seguro de su validez, acompañado de ellos, de mí, de vosotros y de estas interrelaciones que unen nuestro pensamiento... nos unen, a la vez que nos separan. 

domingo, 26 de junio de 2011

En este juego...

Que la vida pasa y yo con ella... que el tiempo nos mata mientras nos da la vida, que tu mirada me anima a respirar a la vez que me falta el aire y que esos ojos tristes me atraviesan el corazón.

sábado, 18 de junio de 2011

Deconstruir el tiempo...

“Me gustan los inicios”, aseguraba Loui Kahn. En estos instantes en los que parece que todo acaba es cuando este discurso se hace más necesario que nunca. Estamos terminando pero es obligado volver a empezar. El final no es el momento en que todo acaba sino justo lo contrario, el instante en que la vida comienza de nuevo.

“¿Es esto la vida?, le diré a la muerte, ¡muy bien pues que vuelva a empezar!

Siempre me ha obsesionado mucho esta sentencia de Nietzsche. Continuamente estoy preguntándome por el devenir cíclico de nuestra existencia; ¿en qué momento estamos terminando?, ¿en qué momento empezando algo nuevo? Esta obsesión por la secuencia histórica del hombre me ha llevado a establecer una máxima que da respuesta, al menos para mí, a esta cuestión: la nada lo es todo. La nada... no existe. ¿Algo que no existe?, ¿eso?, eso tiene que estar en todo. De igual manera, el comienzo es el final, y viceversa  nunca estamos ni comenzando ni terminando. El punto y final es un convenio ficticio inventado por el hombre, no existe escritor que no haya reescrito su obra en una nueva edición, escultor que no haya labrado una y otra vez la expresión de su escultura y enamorados que hayan mirado con más ternura a su pareja que la vez anterior. 

El primer curso de proyectos, ¿ha sido un inicio?, ¿finaliza hoy, ahora? Mi decisión es unívoca, no. El proyecto de arquitectura siempre está naciendo, pero nunca acaba, vuelve a nosotros continuamente durante cortos periodos de tiempos, otras veces él, caprichoso, estará años aguardando una nueva visita. Podremos buscarlo en cualquier confín de la tierra, en nosotros mismos o en los demás, en un juego de sombras y luces, de apariciones e ilusionismo si bien el proyecto es Harry Houdini.

Resulta imposible establecer un catálogo temporal, mucho menos atemporal. Es un año sí, pero son infinitos momentos, gestos, lecturas, nombres, amistades... que no caben en una palabra, o sí caben pero no alcanzan a expresar la belleza con la que se vive. Este curso de proyectos he sido yo, soy el único conocedor de la verdad de este año; un año, pero toda una vida. Es el final pero nada termina sino todo lo contrario, nuevamente. Volverá a nosotros pues el proyecto es el ave fénix de la génesis del hombre, y nadie puede aventurarse a asegurar cuándo... ¿en un inicio?,¿en un final?. El hombre es infinito y siempre está buscando la finitud, el hombre es todo y nada, y como todo y nada busca a su complementario a la vez que se busca a sí mismo, también.

Se necesitaría un tiempo eterno o un instante efímero de los que no disponemos. Un papel interminable o una imagen mental de las que no tenemos rastro… sobre todo, se necesitaría que nosotros no fuéramos nosotros. Pero, ¿qué somos todo, nada, ambos o ninguno? Se antoja imposible narrar nuestra historia pues aún está sucediendo. Todo lo que nos acontece está siendo escrito en nuestro cuaderno y su indeleble tinta quizás sea duradera a la vez que invisible a fecha de hoy.

Dalí necesito casi veinte años para desintegrar una de sus creaciones más famosas, La persistencia de la memoria. Imagino la vida de Dalí, llena de continuas idas y venidas de su proyecto, de reescrituras, lecturas e interpretaciones que hasta pasados los años no fue capaz de plasmar. Pienso en él como un ser obstinado, decidido a dar grandilocuencia a su obra,  en su estudio, perseverante, dispuesto a trazar de nuevo la historia, a empezar y terminar, a terminar a la vez que comienza, a vivir en definitiva... Dalí y su obra, un tiempo eterno que se tornó en finito.

Sí, él fue capaz de deconstruir el tiempo, su tiempo, su proyecto... algo que ni mucho menos nosotros podemos hacer. Antes debemos pensar cuál es la pincelada que perfile nuestra obra y la haga esplendorosa, no el brochazo que oculte la errata pues en la belleza se encuentra la tranquilidad y no en la perfección aparente. El microscopio temporal que actualmente poseemos nos tiene amordazados, amordazados por la tiranía... la tiranía del saber inmediato, el aparente. La verdad, no existe, y si existe no se encuentra en una etapa sino en una vida. ¿Qué es esto al fin y al cabo? No son más que palabras que lanzamos al viento y como viento que son, en él viven y mueren...  

“Ay”, dijo el ratón, “el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos, a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer”
“Solamente tienes que cambiar tu dirección”, dijo el gato, y se lo comió. (Franz Kafka)

miércoles, 8 de junio de 2011

Carta abierta

Querido maestro:
Bien sabido es en mi persona que para nada soy un moralista puritano. Jamás pondré la otra mejilla porque, ¿acaso no es lícito odiar al enemigo? El depredador devora a la presa, la presa se cuida de su depredador; es un ciclo natural ajeno al hombre, es en definitiva, nosotros mismos. Esta breve crónica es justamente todo lo contrario a la vida del filisteo; es violencia, es jovialidad, es temperamento, soy yo. A diferencia del que se dedica a clavar agujas sin sentido a todo momento; yo como todo estratega prefiero esperar el instante oportuno, uno solo, conciso, contundente... para él esas victorias pírricas. 

Convencer, no conmover. Y coincido con Adela Cortinas. Esos nuevos revolucionarios que claman por una nueva sociedad sin saber nada de ella y su historia; que hablan de filosofar, sin saber de filosofía, que hablan de la vida, sin amarla si quiera; no son la antítesis, tampoco la alternativa. Representan lo más odioso de la existencia: la apariencia. Utilizan una máscara, una cáscara tras la que ocultan un interior totalmente vacío en el mejor de los casos, depravado en el que nos acontece. 

El boxeador que conoce todo los movimientos puede anticiparse a ellos, jamás recibirá un crochet o un swing del contrario. Su rival tratará de imitarle, usar sus mismas tácticas, todo ello en vano. Una sonrisa asoma en mi rostro viendo que el contrario trata de imitarme pero no, no consentiré que llegue a tocarme porque yo sí conozco las técnicas. Me he enriquecido de lo mejor y los mejores, los he estudiado y ahora soy todos ellos, a la vez que soy yo. No me da miedo declarar mis influencias, mis referencias. La humildad consiste en reconocerlo y sobre todo, conocerlos; saber que cientos, miles de autores han pensado sobre lo mismo no debe amordazarnos sino al contrario. Como afirma Josep Quetglas los mejores maestros están en la biblioteca, esperándonos para enseñarnos todo cuanto saben. Pero que no haya confusión, el conocimiento no debe nacer y morir en un libro, hay que vivirlo afuera de él.

¿Dónde está la verdad? Es imposible saberlo. Se trata de explorar, de incentivar nuestra curiosidad, así se vive, vivimos nosotros, vive la historia. No obstante, puedo decirte donde no está la verdad. La verdad para el que quiere vivir, para el que no busca una tragedia en su vida, una vez más, sin saber nada de ésta. La verdad no está en ningún blog lleno de apariencias, de ignorancias, de falsedades y simplificaciones banales. La verdad no está en Vincent Rotensky, mucho menos en su teatral y patético mundo, porque lo que Rotensky dice sí que son trampas para pájaros. 

Espero que entiendas mejor por qué no puedo venderme ante la ignorancia, y por qué promulgar lo contrario a lo que tú y mis otros cientos de maestros me mostráis, la auténtica rebelión intelectual y no la rebelión ingenua que se me propone, es despreciar al hombre. No creas que este es mi último disparo, más bien es un estudio sobre los movimientos del enemigo aunque él ya ha comenzado la contienda, pero cuando se le termine la pólvora (que será en poco tiempo) comenzaremos su destrucción... hasta entonces seguiremos esquivando golpes, porque nosotros sí sabemos hacerlo de verdad.

sábado, 28 de mayo de 2011

Informe para una academia (Franz Kafka)

Excelentísimos señores académicos:
Me hacéis el honor de presentar a la Academia un informe sobre mi anterior vida de mono. Lamento no poder complaceros; hace ya cinco años que he abandonado la vida simiesca. Este corto tiempo cronológico es muy largo cuando se lo ha atravesado galopando -a veces junto a gente importante- entre aplausos, consejos y música de orquesta; pero en realidad solo, pues toda esta farsa quedaba -para guardar las apariencias- del otro lado de la barrera.
Si me hubiera aferrado obstinadamente a mis orígenes, a mis evocaciones de juventud, me hubiera sido imposible cumplir lo que he cumplido. La norma suprema que me impuse consistió justamente en negarme a mí mismo toda terquedad. Yo, mono libre, acepté ese yugo; pero de esta manera los recuerdos se fueron borrando cada vez más. Si bien, de haberlo permitido los hombres, yo hubiera podido retornar libremente, al principio, por la puerta total que el cielo forma sobre la tierra, ésta se fue angostando cada vez más, a medida que mi evolución se activaba como a fustazos: más recluido, y mejor me sentía en el mundo de los hombres: la tempestad, que viniendo de mi pasado soplaba tras de mí, ha ido amainando: hoy es tan solo una corriente de aire que refrigera mis talones. Y el lejano orificio a través del cual ésta me llega, y por el cual llegué yo un día, se ha reducido tanto que -de tener fuerza y voluntad suficientes para volver corriendo hasta él- tendría que despellejarme vivo si quisiera atravesarlo. Hablando con sinceridad -por más que me guste hablar de estas cosas en sentido metafórico-, hablando con sinceridad os digo: vuestra simiedad, estimados señores, en tanto que tuvierais algo similar en vuestro pasado, no podría estar más alejada de vosotros que lo que la mía está de mí. Sin embargo, le cosquillea los talones a todo aquel que pisa sobre la tierra, tanto al pequeño chimpancé como al gran Aquiles.  
[...]
Si de un vistazo examino mi evolución y lo que fue su objetivo hasta ahora, ni me arrepiento de ella, ni me doy por satisfecho. Con las manos en los bolsillos del pantalón, con la botella de vino sobre la mesa, recostado o sentado a medias en la mecedora, miro por la ventana. Si llegan visitas, las recibo correctamente. Mi empresario está sentado en la antecámara: si toco el timbre, se presenta y escucha lo que tengo que decirle. Por las noches casi siempre hay función y obtengo éxitos ya apenas superables. Y si al salir de los banquetes, de las sociedades científicas o de las agradables reuniones entre amigos, llego a casa a altas horas de la noche; allí me espera una pequeña y semiamaestrada chimpancé con quien, a la manera simiesca, lo paso muy bien. De día no quiero verla pues tiene en la mirada esa demencia del animal alterado por el adiestramiento; eso únicamente yo lo percibo, y no puedo soportarlo.
De todos modos, en síntesis, he logrado lo que me había propuesto lograr. Y no se diga que el esfuerzo no valía la pena. Sin embargo, no es la opinión de los hombres lo que me interesa; yo sólo quiero difundir conocimientos, sólo estoy informando. También a vosotros, excelentísimos señores académicos, sólo os he informado.

domingo, 22 de mayo de 2011

¿Un libro? No lo es, pero ojalá lo fuera...

- ¿Sabes qué? Nuestra historia está sacada de un libro
- ¿Ah, sí?, ¿de qué libro concretamente?
- De uno precioso; no es poesía pero sus palabras, frases y sentencias son tan hermosas que bien lo pareciera. Tampoco es narrativa, pero la secuencia entrelazada que establecen nuestros personajes lo engancha a uno de una forma sobrenatural. No podría jurar que es teatro mas, continuamente trato de convencerme de que lo es, de que las acciones que acontecen se están representado en algún lugar de este mundo o quién sabe si en algún otro.
- ¡Que bello debe ser ese libro! Una poesía que no muere en la rotundidad de un verso, una narración que lo absorbe a uno mientras continuamente imagina que todo está sucediendo como en la más desagarradora tragedia. ¿Quién es el autor de tan magnífico escrito?
- ¿Un autor?, ¿de verdad crees que tiene nombre, que una sola persona podría crear semejante obra de arte, que todo lo que ahí aparece no es todo y todos? Me parece que decirte un nombre, darte una respuesta a una pregunta que tú debes averiguar, es contarte el final del libro... puedo hacerlo, es sumamente sencillo, pero, ¿de verdad quieres eso?
-  ¡No, cuánta intriga! Me muero de ganas por leerlo
- Lo siento mucho, pero no podrás hacerlo nunca
- ¿Y eso, acaso no está aún impreso ese libro y nunca lo estará?
- ¿Un libro? No lo es, pero ojalá lo fuera... Conozco el principio: "Sólo querría tomar un café mientras amanece en nuestra terraza y nos miramos a los ojos, sin decir nada, sintiendo cómo respiramos al unísono"
- Me encanta el inicio, de veras que sí
- Para mí es mejor el final: "... quizás sea una auténtica utopía, pero no será efímera como el grano de arena que se posa en la roca y muere en los soplidos de los vientos del mar". Ese es el final, el momento en que todo comienza de nuevo, y ahora nos toca a nosotros unir esas dos imágenes.
- Entiendo. Me encantará escribir el libro de nuestra vida, porque sé que tú eres el motivo por el que yo escribiría semejante libro y yo soy lo único que puede hacer lo mismo por ti. No perdamos más tiempo, está amaneciendo en la terraza, cállate y comencemos a escribir nuestra historia. 

                   "Y los ojos prometen mientras la boca aguarda" (Guillén)

martes, 10 de mayo de 2011

Un soplo de aire fresco...

Somos la proyección continuada de antiguas imágenes ideadas desde antaño. La hiperbólica vida que seguimos nos obliga a tomar unas decisiones que no son nuestras, es más no son decisiones… son secuencias. No podemos ignorar la tremenda carga que llevamos a nuestras espaldas: palabras, ideas, personas, vidas... 

Son entes que apuñalan a cada instante nuestro pensamiento esperando a que sigamos su caprichosa y voluptuosa voluntad, durmiendo nuestra conciencia para que continuemos la sucesión filmatográfica que ya tenemos predeterminada en nuestro ser. A cada instante se filtran por nuestros ojos nuevos mundos, nuevos telares que nada tienen que ver con lo anterior... pero apretamos con decisión nuestros párpados haciendo sonreír al tirano proyector que se complace de admirar nuestra servidumbre.

¡Pero ya no! ¡Nosotros somos la generación de la pólvora, de los puños en la mesa y las miradas desafiantes! Estamos dispuestos a romper esta cadenas cueste lo que cueste. No sabemos qué es la compasión, tampoco pretendan enseñarnos su significado. Traspasaremos cualquier muro que nos impongan, derrocaremos las barreras o fronteras físicas y mentales que encontremos en nuestra imparable masacre. Los ideales barbudos están condenados a la extinción. No obstante, habremos de cuidarnos de ellos pues son presas que sienten cómo su final se acerca y no dudarán en defenderse hasta la muerte, una muerte que gustosamente les daremos.

¡Aprendamos a leer el pasado!, que no sea éste la vivencia del presente que determine nuestro futuro… nosotros podemos. Miles de hombres han alzado la voz de entre el murmullo críptico que nos callaba, otros tantos han ondeado los ideales joviales que terminarían por dar en la putrefacción del orden establecido y, hermanos, no podemos sino hacer lo mismo.

“En pie sobre la cima del mundo arrojamos nuestro reto a las estrellas”. Somos los descendientes de Marinetti, pero no sabemos de retos. Sólo pedimos desafíos. No hablamos desde la cima del mundo, nosotros lo hacemos desde el centro del mismísimo universo tal que: “Con el universo bajo nuestros pies exhalamos un soplo de aire fresco hacia el corazón de todo ser”

¡No! Nuestras justificaciones no son trampas para pájaros como proclamarán, sino todo lo contrario. Nuestros ideales son cepos para ratas que chillarán desesperadas por liberarse de ellos. ¿Qué es la vida sin el dinamismo? Nos negamos a quedar estáticos en este mundo. ¡Que comience ya una era que no tendrá fin, que no será un sueño!


“La vida sólo la vive el que se rebela y el que se resiste” (PabloG)

sábado, 30 de abril de 2011

Que las atrape el viento...

Sólo se trata de lanzar una palabra, una tragedia... ¡y que las atrape el viento!


Cierto, Dalí. La monarquía es la validez suprema del ácido desoxirribonucleico, es la certeza que nos lleva a afirmar que desde la primera célula todo se transmite. La constatación de que desde el momento en que jugamos a la contingencia; desde nuestro nacimiento, estamos atados a nuestra raza. No obstante, ¿acaso no refuta la monarquía el ADN si lo comparamos con la literatura? 

En efecto, la literatura es el más excelso ejemplo de que la historia de la humanidad, lo universal, está ligado a la persona, lo individual, indisolublemente. Esta relación es retroalimentativa, es la simbiosis del génesis humano. La historia alimenta al hombre, le conforma y proyecta. Por su parte, el hombre la construye dándole nuevo material para distribuir entre la población que debe alimentar. En este sentido, podemos afirmar que tanto el hombre como la historia son imperfectos, inacabados... y que "todo fluye, nada permanece". 

Ningún hombre estará acabado en la medida en que cuando lo esté, dejará de serlo. ¿Qué sería de ti si de verdad fueras estereotípico, escultórico, proporcionado y modelado? Yo puedo decirlo, serías un cadáver. Es el único instante en el que el hombre es perfecto tal y como es, nunca devenirá en algo mejor... es tan acabado como la historia que él ha hecho. A pesar de esto, el hombre perfecto, el cadáver, desaparece de la historia siempre y cuando la historia no le haya hecho ver lo siguiente: la única muerte es el olvido. Si de verdad el cadáver en vida entendió esto, nunca podrá ser perfecto y siempre vivirá, alimentando y alimentándose de la historia. Es decir, si Marx no hubiera visto esto, es seguro que no nacerían nuevas interpretaciones (en definitiva mejoras) de sus teorías, que no hacen otra cosa sino alimentar la historia pues, la historia ha dado armas para crear esas nuevas teorías. Como conclusión, ya que Marx se sigue alimentando de la historia y alimenta a ésta, Marx, cadáver, sigue vivo.

¿Y la historia?, ¿cómo vive? La respuesta es inequívoca: la historia vive de la curiosidad. La historia es alimentada por los hombres vivos (sin significar los hombres que viven) y ella alimenta a los hombres gracias a la curiosidad de éstos. Observemos que existen dos tipos de hombres en el mundo: el conformista y el curioso. Citemos ahora un ciclo histórico que pueda parecer totalmente cerrado, por ejemplo, el neolítico. El conformista (el opuesto al curioso, el que vive de las rentas de la historia y no se encarga de alimentarla) creerá en su sueño dogmático que el neolítico se rige por la mesura. Todo de él se conoce, se ha documentado y él puedo usarlo a su favor. El curioso, el más caritativo de los hombres con respecto a la historia, el más grandilocuente poeta de todos ellos, buscará siempre una nueva punta de flecha, un hacha de sílex... cualquier cosa que pueda poner en quiebra todo los valores establecidos que el conformista maneja para así alimentar a la historia. El curioso creará nuevas teorías e hipótesis y dará vida a la historia al igual que hace con Marx.

Es lo único que le doy a la historia, palabras al viento. Que ella las recoja y, algún día, alguien me traiga de nuevo a la vida, que yo nunca muera, que sea un cadáver vivo. Que así yo crea que el final es el punto en el que todo comienza de nuevo...

"¿Es esto la vida?, le diré a la muerte, ¡muy bien pues que vuelva a empezar!" (Nietzsche)