"- Lo más magnífico de todo es que, cuando estás allí, se produce un cambio en ti como ser humano - explicaba Kirie a la locutora-. Porque, si no cambias, no puedes sobrevivir. Cuando me hallo en lo alto de un edificio, allí sólo estamos el viento y yo. No hay nada más. El viento me envuelve, me sacude. El viento me comprende. Y, al mismo tiempo, yo lo comprendo a él. Y nosotros nos aceptamos el uno al otro, decidimos vivir juntos. El viento y yo. No hay lugar para nada más"
(Murakami, Haruki. Sauce ciego, mujer dormida)
Para perderse en el amanecer de una terraza, para contar las historias de las historias, para luchar por construir y destruir, para narrar las fábulas de la realidad, para conocer los retales del pensamiento, para llorar por lo que no está... para soñar que algún día volverá a estar.
Por las palabras, por los gestos, por los vientos.
Sete Álvarez Barrena, Calamonte, 4/Diciembre/2011 2:09 a.m
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